FRAGMENTO CIEN AÑOS DE SOLEDAD
>> Leído el decreto, en medio de una en
sordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyo al teniente en el techo de la estación y con la bocina del gramófono hizo señas de que quería hablar. La muchedumbre volvió a guardar silencio.
– Señoras y Señores – dijo el capitán con una voz baja, lenta y un poco cansada-, tienen cinco minutos para retirarse.
>> La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque de clarín que anuncio el principio del plazo. Nadie se movió.
– Han pasado cinco minutos – dijo el capitán en el mismo tono-. Un minuto más y se hará fuego.–
>> Embriagado por la tensión, por la maravillosa profundidad del silencio y además, convencido de que nada haría mover a aquella muchedumbre pasmada por la fascinación de la muerte, José Arcadio Segundo se empino por encima de las cabezas que tenía en frente y por primera vez en su vida levanto la voz.
– ¡Cabrones! – gritó – Les regalamos el minuto que falta.
>> Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras le respondieron en el acto.”
¿De que trato esa masacre?
La Masacre de las Bananeras ocurrió en la población colombiana de Ciénaga el 6 de diciembre de 1928 cuando un regimiento de las fuerzas armadas de Colombia abrió fuego contra un número indeterminado de manifestantes que protestaban por las pésimas condiciones de trabajo en la United Fruit Company.
El temor anticomunista del gobierno de Miguel Abadía Méndez que veía cerca la amenaza de una revolución obrera terminó demostrándose con la expedición de la ley 69 del 30 de octubre de 1928 que limitaba los derechos de los sindicatos y criminalizaba las exigencias de los trabajadores sobre los propietarios de empresas.
El número de muertos nunca se determinó y sigue siendo motivo de debate. Según la versión oficial del gobierno colombiano del momento sólo fueron Ocho. Hoy en día la United Fruit Company rebautizada como Chiquita Brands, protagonista de golpes de Estado, masacres y apoyo a dictaduras, ha ocasionado al menos 11.000 víctimas en la región del Uraba, a través de su financiación a grupos paramilitares que cuidan sus intereses.